En 1850 fue publicada la obra maestra del novelista americano Nathaniel Hawthorne
“La Letra Escarlata “que nos transporta a la puritana Nueva Inglaterra del
siglo XVII. En ella, se acusa de adulterio a la bella Ester Prynne, mujer
casada, que se entrega por deseo desenfrenado con el Reverendo Dimmeadale;
piadoso pastor espiritual. Por negarse a revelar el nombre de padre con quien
engendró un bebé, Ester no sólo fue señalada sino condenada a portar un adorno
pagano en su pecho con una letra “A” de adulterio.
Con tristeza descubro que parte de la sociedad mexicana sigue con estos
prejuicios puritanos y han condenado a una joven bella no mediante un adorno
pagano, sino mediante un tweet, haciéndola perder su matrimonio por besarse con
otro hombre en playa del Carmen festejando su despedida de soltera. La réplica,
a través de las distintas redes sociales, tanto del video como del rompimiento
del compromiso por parte de su pareja, fueron repetidas en más de una ocasión e
incluso, como es el caso de algún periódico neoleonense, comentada a modo de
nota con sorna y aprobando el “castigo” que se le “impuso” a la novia infiel. La
joven, por palabras propias de su padre, ha quedado profundamente lastimada y pide
clemencia para que no se siga difundiendo en las redes sociales el vídeo que la
delata.
Preocupa y deben ocuparnos las expresiones de “ doble moral “ y de escarnio
público a las que nos enfrentamos todos los días. ¿A cuántos hombres en sus
despedidas de solteros no ha ido más allá un beso, no se les señala, no se les
castiga?, incluso pareciera ser que en este caso, es el comportamiento
“esperado” y hasta se les festeja –igual que con la novela de Hawthorne, el
cine tanto americano como mexicano, da cuenta de esto. ¿Cuántas de las personas
que predicaron alta moralidad en redes sociales condenando la conducta de la
chica han estado en situaciones similares –o peores- y tuvieron la oportunidad
de resolverlas como deben resolverse estos asuntos de pareja: en privado y
entre dos únicamente? Tenemos la obligación moral de apoyar Coralina, no
permitir que se aísle por una parte de una sociedad que es juzga de manera injusta
y estúpida, tenemos obligación ética de no juzgar la conducta ajena cuando ésta
no lesiona los bienes públicos, de no discriminar. Coralina, que debería
considerar más que como un castigo como un caso de buena fortuna no haberse
casado con un hombre que claramente no tiene los elementos necesarios para ser
una buena pareja, debe salir de este asunto tal como lo hizo Ester Prynne al
salir de la cárcel; “con un aspecto de verdadera dama que desprendía tanta
belleza que cegaba a los puritanos”.
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